El sol al cenit de tu piel morena, de tus cabellos dorados
y la infinita bondad del lejano dhamma,
cuando el absoluto te observa segundo a segundo.
Me recuerda a un cielo de mañana cristalina
que se postro desde la madrugada.
Y el sibarita observando a los acantilados.
Fue un día no muy nublado que quedó tumbado,
soñando en el cenit de esa piel coralina.
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