Sunday, January 01, 2017

El Alcazar I

 En los templos de fuego, en la hoguera ya ardiendo,
la pira reflejada en tus ojos negros, entre deja ver un laberinto,
estas flamas hemáticas señalan que lo que es abajo es arriba.

 Los almanaques sobre su pecho embalsamado arden como tus manos en grillete,
los mancebos alimentan a los guerreros del fuego en este negro incendio,
el oro y la plata se fundirán con sus huesos, en este lóbrego castillo,
y las cenizas se esparcirán en las tolvas volcánicas de estos desfiladeros.

 La cantera rosa de los muros en el alcazar abierto se tiñen de aguamarina,
las piedras del tesoro en llamas se concatenan en el humo de las sedas y el metal,
y los berilos no cesan de brillar en las curvas de su ensortijada cabellera.

 En este distante y eterno rito fúnebre los sacerdotes aberrean los salmos sagrados,
y desde la cercana atalaya en el alcazar resuenan los ecos rotos del almuédano,
el llamado a la oración se bifurca, las mezquitas cercanas llaman a la guerra,
en el alcazar la incineración de la carne en los pecados del alma se han liberado.

 La ignominia del la corona ha quedado abatida por la sangre de su pueblo,
y en la lúgubre cercanía de los profundos calabozos el principe en la penumbra derrama su sangre,
solo los derviches en danza perpetua esta noche no serán víctima del fierro invasor.

 Y en el púlpito de la capilla el capellán agazapado con el corazón calcinado bebe el vino emancipado,
con crucifijo en trémulas manos esconde del sagrario el pan que ha de dar al principe,
el hierro de las campanas no deja de doblar, y los resquicios del alcazar empiezan a desmoronar.

BITÁCORA DEL SUEÑO

El sol al cenit de tu piel morena, de tus cabellos dorados y la infinita bondad del lejano dhamma,
cuando el absoluto te observa segundo a segundo.
Me recuerda a un cielo de mañana cristalina que se postro desde la madrugada.

Y el sibarita observando a los acantilados.
 Fue un día no muy nublado que quedó tumbado, soñando en el cenit de esa piel coralina.